martes, 2 de diciembre de 2008

La comedia humana

Leí el Mago de Viena del escritor mexicano Sergio Pitol durante una época en la que redefiní algunos aspectos de mi vida. El siguiente fragmento describe el ambiente en el que se inspiró Pitol para crear ciertos personajes de sus novelas. Me hubiera gustado coincidir con este escritor en alguna misión de México en el exterior, probablemente habría sido utilizado como material literario. Aunque quizá eso no sucediera, su descripción me invita a indagar más sobre la vida de los miembros del Servicio Exterior.  

"Aquel sofisticado pasado me presentaba una múltiple variedad de personajes, gestos y ademanes, usos y costumbres, vestimentas, temas de conversación, a pesar de dar la impresión de todo ser exacto. Pero quien diga que los diplomáticos están cortados con una misma medida, que sólo difieren en el color de la piel y la conformación de los ojos o el uniforme nacional para la celebración de las fiestas patrias, se equivoca. Quien convive largo tiempo  con ese cuerpo y escruta con paciencia y malicia a ese interesante círculo llegará a la conclusión de que la uniformidad allí es un dislate o, por lo menos, una exageración. Esas personas que giran durante todo el día de ceremonia en ceremonia, elegantemente vestidas y calzadas, con el mismo rostro inexpresivo, podrían abarcar todas las variaciones que presenta Balzac en su Comedia humana, y aún otras más. En cierto modo ese puñado de damas y caballeros podría ser un congreso de manías, obsesiones, extravagancias y complejos, sometidos, eso sí, a una perfecta educación de hierro. Ser miembro de aquel cuerpo me enriqueció apliamente: algunos aspectos de mis protagonistas, sobre todo los más delirantes, los verdaderos raros, surgieron de esa esfera. Así pues, al abandonar el amplio mundo perdí una fuente de datos inagotable y comencé, en soledad, a hurgar en mis propios sentimientos, a buscar algún sentido a mis actos, a arrepentirme o gozar de mis errores, a establecer la historia de mi trato con el mundo, lo que significa tocar la realidad, o fragmentos de ella, en una especie de semivigilia cercana a la perturbada incoherencia que tienen algunos sueños."

Pitol, Sergio, El mago de viena, FCE, México, 2005. pp 96-97

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