viernes, 30 de enero de 2009

El efecto Big Mac

Una de las consecuencias inmediatas de la crisis en Estados Unidos es que para los estadounidenses el derroche es ahora una opción lejana. Desde ahora tendrán que consumir lo que necesitan y no lo que se les antoje. Deberán ahorrar y no sobregirar la tarjeta de crédito.

La crisis aquí cae como un balde de agua fría. La luna de miel del crédito terminó. Los millonarios son ahora 30% menos ricos. Los detentadores de la "mediumclassness", esa actitud aspiracional de suburbio, comenzarán a disfrutar sus vacaciones saliendo en los aeropuertos por vuelos nacionales.

En los lugares con acceso a internet, como en los Starbucks, ahora es común ver oficinas improvisadas. Laptops y celulares en mesas para tomar café. Ejecutivos organizando reuniones, haciendo llamadas para cobrar el último mes, buscando clientes evasivos, esperando la respuesta que no llega, el depósito que no se realiza. Donde como mi sandwich al medio día, en la mesa mas escondida, un personaje lleva despachando casi seis meses.

En los estantes de las librerías sobresalen los libros relacionados a Obama y al economic downturn. A la vista saltan títulos como "The foreclosure of America" a la par del interesantísimo "Dreams from my Father" del ahora presidente Obama.
Yo mismo, tratando de obtener una explicación, adquirí uno de estos libros: "The new paradigm for financial markets, the credit crisis of 2008 and what it means", de George Soros, uno de los gurús posmodernos de la economía. No lo terminé, pero obtuve una mejor explicación leyendo a un columnista mexicano que cita un concepto que al parecer el presidente Calderón acuñó en su reciente visita a Davos, Suiza: El efecto Big Mac.
Así como el efecto Tequila tuvo consecuencias devastadoras a la medida mexicana, el efecto Big Mac ha repercutido en todo el mundo pero a la medida sobredimensionada de lo estadounidense. En esa lógica, a esta crisis también se le pudo haber nombrado: El efecto super whoper, el Efecto five eggs ommelette with all u can eat pancakes o Efecto triple decker whoper with extra cheese and so...
En Miami, una ciudad asentada sobre pantanos y más cercana al caribe que al Continente Americano, no es raro ver pedigüeños en los semáforos. Además, como en muchas otras ciudades del mundo, se observa una brecha enorme en la concentración de la riqueza. Aquí, el sueño americano es inalcanzable para cientos de miles de latinoamericanos. Ni en México había percibido tanta frustración, tantos planes quebrantados, tanta competencia sin sentido. Como en muchos paraísos naturales, la presencia de almas perdidas es patente.
Ello contrasta con la patológica manía de algunos habitantes de esta parte de Florida de querer aparentar riquezas. Algo que se puede sintetizar como: "si no lo tengo al menos lo aparento", lo que en esa lógica, ya es ganancia. Un estudio en Francia reveló que entre más altos son los niveles de desempleo, hay mas asistencia de hombres a los gimnasios de pesas. Lo que demuestra que probablemente en la mentalidad del desempleado la musculatura funciona como un caparazón, un forma de aparentar de que las cosas no pueden estar tan mal.





lunes, 26 de enero de 2009

José Tomás

Ese domingo los carteles de la Plaza México anunciaban al matador José Tomás. 


La sangre aumentó la estridencia de esa tarde de toros. El rito se repetía. Los colores del ruedo saltaban punzantes a los ojos. Por todas partes salía el humo de los habanos. 

El segundo toro de la tarde embistió a José Tomás. Vimos cómo el animal lo levantó, cómo José Tomás cayó y se puso en pie solo para continuar con la faena. Lohengrin capturó el momento.
 

Que si es arte o barbarie es una discusión que no me interesa. Resalto el hecho de que presencié un rito. Junto a mí comentaban que la "fiesta brava" desaparecería y que en lugar de la Plaza de Toros habría un Wal-Mart.






sábado, 10 de enero de 2009

Puro Mazatlán




Volví a Mazatlán cuando Guemo, mi amigo mazatleco, se casó y nos invitó a la boda. Además de las puestas de sol y de las parvadas de pelícanos, se me quedó en la memoria el Corrido de Maztlán. Compuesto por José Alfredo Jiménez, fue interpretado el día de la boda a dueto de guitarra y chelo por Guemo y Azca, su ahora esposa japonesa. 

Sin esperarlo, el corrido se convirtió en la guía de nuestro re-corrido por Mazatlán. Junto con mis amigos, descubrimos cada uno de los lugares descritos por José Alfredo. Fue como nuestro Lonely Planet, como la Guide du Routard del turista nacional. Durante los paseos alguien cantaba el estribillo de repente, como si la ciudad hablara a través de quienes la caminan, era como si habitaramos el corrido. 
 


Según la explicación de Guemo, la Isla de enfrente es una reserva natural donde, a la caída del sol, los pájaros se resguardan. Si pudiera alargar el Corrido de Mazatlán, agregaría una una estrofa para hablar sobre los pelícanos. Una mañana unos pescadores me regalaron colas y cabezas de pescado para alimentar a las gaviotas en vuelo. 















Algo que también me llamó la atención de Mazatlán, es la voracidad con la que sus paredes han sido rayadas. De eso no tomé fotos porque  las pintas no valen la pena. Son tags de quienes ojalá un día aprendan a pintar mejor y sus graffitis sean una propuesta urbana y no un acto de vandalismo. 

 
Mazatlán fue un viaje gastronómico. El aguachile, los tacos de caguamanta, los camarones cucaracha o los tacos gobernador fueron el complemento del Corrido de Mazatlán.