La sangre aumentó la estridencia de esa tarde de toros. El rito se repetía. Los colores del ruedo saltaban punzantes a los ojos. Por todas partes salía el humo de los habanos.
El segundo toro de la tarde embistió a José Tomás. Vimos cómo el animal lo levantó, cómo José Tomás cayó y se puso en pie solo para continuar con la faena. Lohengrin capturó el momento.
Que si es arte o barbarie es una discusión que no me interesa. Resalto el hecho de que presencié un rito. Junto a mí comentaban que la "fiesta brava" desaparecería y que en lugar de la Plaza de Toros habría un Wal-Mart.
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