Recientemente vi la película mexicana Voy a Explotar, del director Gerardo Naranjo. En esta, dos adolescentes, Román y Maru, planean fugarse de la escuela y de casa, motivados por una búsqueda sin causa aparente.
Podría creerse que "Voy a explotar" es como una película adolescente, sin embargo es una película sobre la adolescencia. Como si el punto de vista fuera el de un contemporáneo de Román y Maru, la película tiene momentos de intensidad crítica, de ternura, de embriaguez, de vacío. Se confunden los personajes con la personalidad de la película. El ritmo al inicio es entrecortado y violento. Después se suaviza y se alarga.
En las palabras de sus diálogos, en sus diarios, hablan de sensaciones que provienen de estados anímicos al límite. Denotan la acidez de una vida urbana escéptica. Lingüísticamente pobres, las conversaciones de Román y Maru, caen en clichés y convenciones. Con ello, en el guión se busca el retrato arquetípico de dos adolescentes clasemedieros educados en México.
Sin embargo, lejos de los lugares comunes, la película llama la atención por la historia, que trata de una huída constante, donde la música, el contexto de la ciudad de Guanajuato y sus políticos, se muestran en una puesta en escena dinámica, como el ritmo de vida o el estado mental de la adolescencia.
Es interesante el uso de la banda original. La música por los audífonos que comparten Román y Maru, determinan su estado de ánimo. Se escuchan canciones de P.I.L., Mahler, Bright Eyes, Interpol y Georges Delerue. Este último, compositor francés que colaboró en películas emblemáticas de la Nouvelle Vague en Francia.
Lohen dice que la historia de esta película le pareció predecible. Probablemente sea así. Yo cuestionaría que se ponga en duda la calidad de una película por el hecho de que la historia sea predecible. Aspectos como la fotografía, la edición, la autenticidad de la historia o la calidad de la banda original, ofrecen otras posibilidades de crítica y apreciación de cine.