Estaba por transcribir aquí pasajes completos y frases que me gustaron de la novela del venezolano Rómulo Gallegos, "Doña Bárbara". Una novela que considero esencial para comprender algunos aspectos de la idiosincracia del venezolano. Sin embargo, he preferido hacer un comentario informal sobre el tema, escribiendo sin mayor rigor literario lo que me ha parecido esta novela.
Me llama la atención una dualidad que se plantea como una de las tesis centrales del texto, a saber barbarie/civilización. Una dualidad que adquiere en nuestros días vigencia en el contexto latinoamericano. En ese sentido se podría decir que nuestro subcontinente se debate, todavía en pleno siglo XXI, en esa dualidad, experimentando las aceleraciones, tensiones o impasses que el tránsito entre la barbarie y la civilización supone.
Como escenario de un caos así, la sabana venezolana provee elementos de naturaleza indomable que alimentan la barbarie, aniquilando cualquier avance de civilización. Premeditadamente, el autor nombra "Bárbara" al personaje central, creando un estereotipo de la barbarie misma, homologando al personaje con el llano, su flora y la fauna virgen.
Doña Bábara podría bien formar parte de esa fauna, como una bestia que se va domesticando ante los avances de Santos Luzardo, quien vuelve de la capital, Caracas, para recuperar las tierras de su familia y quien en este caso representa, en el marco de la dualidad propuesta, a la civilización.
Rómulo Gallegos conocedor de su país, se anticipa y describe una realidad que no ha perdido actualidad, Venezuela continúa debatiéndose entre la barbarie y la civilización. El llano de Gallegos es una metáfora, donde cada personaje, cada elemento de la naturaleza forma parte de un conjunto que a fin de cuentas es un país, un universo en sí. Como político, Gallegos deseaba que la civilización se impusiera sobre un territorio abrupto, dominado más por leyes naturales que por las leyes humanas. En "Doña Bárbara" la utopía de Gallegos se cumple al triunfo de la razón y el orden. Como la crecida de un río salvaje, Doña Bárbara hace su aparición en el Valle del Arauca, su paso caótico arrasa con el orden establecido, aunque hacia el final, como los ciclos de la naturaleza, las aguas regresan a su curso y el personaje se desvanece.
Llama la atención una frase que el narrador, una voz omnisciente, repite: "Todo vuelve a su lugar original". Así como se alteró el orden del "cajón del Arauca", la visión positivista de Gallegos propone el regreso a un no-lugar, en este caso a un territorio imaginario donde los humanos respetan las leyes y el límite de sus propiedades. Donde se extraen y se procesan, con el auxilio de la técnica y la ciencia, los bienes que brinda, de forma exuberante, la naturaleza del llano.
No me deja de parecer paradójico que Rómulo Gallegos, haya formado parte del círculo cercano del dictador Juan Vicente Gómez en las primeras décadas del siglo XX y que tiempo después, en 1945 haya justificado un golpe de estado, en el que participó asimismo Rómulo Betancourt. Este último llevando a cabo, durante sus mandatos, lo que Gallegos quizá soñó: la urbanización de Caracas, la modernización de un país que en ocasiones aparenta ser víctima de sus propias riquezas naturales.